Caer está permitido. Levantarse es obligatorio

domingo, 13 de agosto de 2006

Sencillamente, Umberto


Hace un par de días, leyendo "El nombre de la rosa", de Umberto Eco, me quedé impresionado por la descripción que hace Adso de Melk, narrador y co-protagonista de la historia, de la portada de la iglesia de la abadía en la que se desarrolla la acción.

Digo impresionado cuando quiero decir acojonado. No es posible describir con tal cantidad de adjetivos una pequeña parte de la citada portada, aún más, cuando se supone que la historia la relata el citado Adso de Melk, hombre ya anciano y cercano a la muerte. Es decir, unos cincuenta años después de que hubiera sucedido la trama que tiene lugar en el libro.

La cantidad de epítetos absurdos e innecesarios es increíble. Nada, o casi nada, de lo que dice en este párrafo es útil para la novela. Se pierde en la adjetivación de unas flores entrelazadas de una manera que hace al lector perderse también. No solo se limita a poner adjetivos a las formas y figuras que allí están representadas, sino que se lía a adjetivar los propios adjetivos, a hacer comparaciones forzadas... En resumen, a tratar de meter con calzador una serie de nombres y recursos lingüísticos que demuestren la erudición de autor del libro, que por otra parte está fuera de toda duda.

Otro tema aparte, es el de la puntuación. Es capaz de usar más de 20 adjetivos sin poner un sólo punto. Esto es, que para describir una sola cosa, ha usado una cantidad aberrante de epítetos, que no consiguen otra cosa, sino aburrir y desesperar al lector, por no decir, que le desvían completamente de la atención principal del libro.

Ahora bien, dicho esto, he de decir que el resto del libro (hasta donde he llegado por el momento) no está siendo ni tan aburrido, ni tan pesado como este párrafo. Es más, me está gustando bastante.

Para aquellos que no habéis leído el libro, reproduzco el fragmento sobre el cual estoy hablando:

"(...) Cuerpos y brazos habitados por el Espíritu, iluminados por la revelación, sobrecogidos por el estupor, miradas exaltadas por el entusiasmo, mejillas encendidas por el amor, pupilas dilatadas por la beatitud, uno fulminado por el asombro hecho goce y otro traspasado por el goce hecho asombro, transfigurado uno por la admiración y rejuvenecido otro por el deleite, y todos entonando, con la expresión de los rostros, con los pliegues de las túnicas, con el ademán y la tensión de los brazos, un cántico desconocido, entreabiertos los labios en una sonrisa de alabanza imperecedera. Y a los pies de los ancianos, curvados por encima de ellos, del trono y del grupo tetramorfo, dispuestos en bandas simétricas, apenas distinguibles entre sí, porque con tal sabiduría el arte los había combinado en armónica conjunción, iguales en la variedad y variados en la unidad, únicos en la diversidad y diversos en su perfecto ensamblaje, ajustadas sus partes con prodigiosa precisión y coloreadas con tonos delicados y agradables, milagro de concordia y consonancia de voces distintas entre sí, trama equilibrada que evocaba la disposición de las cuerdas en la cítara, continuo parentesco y confabulación de formas que, por su profunda fuerza interior, permitían expresar siempre lo mismo a través, precisamente, del juego alternante de las diferencias, ornamento, reiteración y cotejo de criaturas irreductibles entre sí y sin cesar reducidas unas a otras, amorosa composición, efecto de una ley celeste y mundana al mismo tiempo (vínculo y nexo constante de paz, amor, virtud, gobierno, poder, orden, origen, vida, luz, esplendor, figura y manifestación), identidad que en lo múltiple brillaba con la luminosa presencia de la forma por encima de la materia, convocada por el armonioso conjunto de sus partes... Allí, de este modo, se entrelazaban todas las flores, hojas, macollas, zarcillos y corimbos de todas las hierbas que adornan los jardines de la tierra y del cielo, viola, cítiso, serpol, lirio, alheña, narciso, colocasia, acanto, malobatro, mirra y opobálsamos. (...)".

Ahí queda eso. Si alguno se ha enterado a la primera de lo que quiere decir Umberto Eco, y además conoce todos los verbos, sustantivos y adjetivos que en el párrafo están contenidos, Uriel le invitará a una cerveza bien fresquita.

Sin más que añadir, que ya es bastante,

Atticus.

2 Comments:

  • At 4:03 p. m., Anonymous Anónimo said…

    Coño Espáriz, avisa de que te has dignado a publicar una entrada en tu blog cojones!!!!
    Por fin un tipo a quien poder criticar y no sólo ser yo objeto de discrepancias. Grande Espáriz!!!
    Ya estuvimos comentando lo del texto este ininteligible. Tremendo!!!!!!! Brutal!!!!!
    Que sepas que si de verdad has sido capaz de copiar palabra a palabra el texto ese, te invitaré a una copita...o a un médico de la cabeza. En serio.
    Pues nada, caballero, sólo darte la bienvenida y espero que te asomes más a menudo por aquí.

    Saludos.

    Sencillamente Pascual. Leche de calidad.

     
  • At 8:12 p. m., Anonymous Anónimo said…

    Maldito perro. Deja de hacer como que estudias y escribe otro puto blog.
    Tienes muchos temas: se me ocurre uno:
    De la Vega y Maria Escario
    se relamen a diario

    Abrazos

     

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